Los ángeles caídos

martes, 5 de octubre de 2010

 


Los ángeles, que libre y voluntariamente se negaron a aceptar este llamado, se mantienen en su propio orden natural. Pero, al mismo tiempo, por haberse negado a la perfección sobrenatural, quedarán alejados para siempre de esa perfección. En esto consiste la condenación eterna del ángel caído.
¿Cuál puede haber sido la prueba a que fueron sometidos los ángeles con el objeto de que libremente decidieran si aceptaban o no ser elevados al orden sobrenatural? Sobre esto hay gran variedad de opiniones entre los teólogos, aunque una de ellas está considerada como más probable. Todos los teólogos y escrituristas afirman que existió una prueba, y de su resultado fue la confirmación en la gracia de gran parte de los ángeles, y la caída de otro grupo. Algunos afirman este hecho pero sin pretender señalar cuál fue la naturaleza de la prueba. Quizás esta sea la actitud más humilde y más lógica, porque la verdad es que sobre el tema sólo se tienen indicios, pero ningún conocimiento directo.

La caída no fue por el pecado carnal

Curiosamente, en los primeros siglos, algunos teólogos como san Justino y san Irineo, supusieron que los ángeles rebeldes habían caído a consecuencia del pecado carnal, es decir, por haber tenido relaciones sexuales con mujeres. Esta idea resulta totalmente inaceptable una vez que se formula claramente la doctrina angélica. Ya hemos visto que aun cuando tomen formas corpóreas, los ángeles no pueden ejercer ninguna acción vital del hombre, como es, por ejemplo, la reproducción de la especie. El hombre es por naturaleza un individuo que se multiplica a través de la generación. Fue creado como individuo de una especie, y participa en la obra creadora, ya que al multiplicarse va aumentando el número de los seres llamados a la bienaventuranza eterna. Está asociado a la labor creadora de Dios. No así el ángel, que no se multiplica. Es un ser que agota su propia especie, de manera que no hay razón alguna para la multiplicación de los ángeles.
Esta idea de san Justino y san Irineo fue muy atacada por san Agustín y por otros Padres de la Iglesia, hasta que finalmente fue dejada de lado.

La envidia

San Cipriano sostiene que la rebelión se produjo por envidia, y la explica de un modo interesante. Dice que los ángeles habrían sabido que el Verbo se iba a encarnar en un ser humano, y entonces sintieron envidia al saber que los hombres y no los ángeles serían los hermanos del Hijo de Dios.

La tentación de la soberbia

Con posterioridad, esta idea también ha sido sostenida por otros Padres de la Iglesia. Pero la hipótesis que se estima como la más probable, dentro de la libertad de opiniones que hay al respecto, es que se trató de un pecado de soberbia. No entraremos en detalles porque el tema es muy largo, pero hay ciertos indicios de ese sentido, como el propio relato de la tentación de Adán y Eva, en el Génesis. La manzana del árbol del bien y del mal se seguramente un símbolo, porque el texto añade: «si lo comiéreis seréis como dioses». En el fondo es la tentación de la soberbia, el deseo de hacerse iguales a Dios, y algo equivalente habría ocurrido con los ángeles. Esta es la opinión de muchísimos Padres de la Iglesia, como san Juan Crisóstomo, san Basilio, san Juan Damasceno, san Hilario, san Agustín, san Gregorio Magno, santo Tomás de Aquino, etc.
Deslumbrado por su propia y extraordinaria belleza, el ángel se estima tan perfecto que incluso cree poder hacer frente a Dios. En consecuencia rechaza el llamado al amor que Dios le hace, y cae en la eterna condenación.

La condenación de los ángeles caídos es eterna

La condenación de los ángeles, ¿es para siempre? Sí. Y esto es de fe. Se trata de un problema difícil de entender, tal como ocurre con la condenación eterna de aquellos seres humanos que quieren condenarse (porque sólo se condenarán aquellos que quieren condenarse). Se trata aquí del misterio del mal, un misterio al cual podemos acercarnos, sin llegar a captar su última esencia, porque ésta se encuentra íntimamente ligada con el misterio del amor de Dios, en el sentido de la justicia divina. Gran problema éste, que atormentó a san Agustín toda su vida. Pero, en todo caso, es de fe afirmar que la condenación es eterna.

Eterno rebelde, eterno condenado

Sin agotar el tema, santo Tomás de Aquino da una explicación. Dice que no es que los ángeles no puedan ser perdonados, porque la misericordia de Dios es infinita, a pesar de que su justicia también es infinita. Lo que ocurre es que los ángeles se rebelaron con pleno conocimiento de las condiciones naturales y sobrenaturales de su acto, dado que recibieron todas las gracias necesarias para tomar su decisión sin ningún margen de error. La tomaron conociendo las consecuencias que ella tendría para siempre. Luego -dice santo Tomás-, la rebeldía de los ángeles es un acto que está fuera del tiempo, porque está siempre presente. El ángel caído es un eterno rebelde y por eso es también un eterno condenado.

La condenación de quien quiere condenarse

Se podría hacer algunas objeciones, volviendo al mismo punto de partida. Pero es evidente que la aproximación de santo Tomás es la más profunda y nos da alguna luz al respecto. La condenación de quien quiere condenarse es eterna, pues él quiere para siempre lo que él mismo resolvió. O sea, no se trata de un defecto en la misericordia divina, sino de una consecuencia de la propia naturaleza del pecado de soberbia.

No es agradable hablar de los demonios

Con esto llegamos a la existencia de los demonios. Pero antes de entrar en el tema, transcribiré un breve párrafo de san Juan Crisóstomo que -aunque parezca petulancia- mutatis mutandis también se puede aplicar a este modesto aficionado a la teología. Dice san Juan Crisósyomo, en una de sus cartas: «No es para mí ningún placer hablarles del diablo, pero la doctrina que este tema sugiere será para ustedes muy útil». Esta es la verdad: no es un tema agradable. En realidad, es un tema tenso, duro y angustioso en muchos aspectos. Sin embargo, es necesario abordarlo, pues como ya antes manifesté, la inteligencia humana está llamada a conocer las cosas tal como son. Por eso, cerrar cómodamente los ojos para evitar conocer esta realidad sobre la existencia de los ángeles -y dentro de ella la de los demonios-, no es propio de seres inteligentes. El hombre está dotado de suficiente inteligencia como para poder abordar el tema, y también posee la gracia sobrenatural como para hacerlo con el debido equilibrio. Y esto sólo se logra tratando este problema siempre dentro de las grandes normas fijadas por la Iglesia.

El odio oscurece el conocimiento del ángel caído

Lo que dijimos al comienzo acerca de lo que son los ángeles, también es aplicable a los demonios. O sea, que los demonios son substancias completas y inteligentes, creadas superiores al hombre en cuento seres naturales, de suyo invisibles y dotados de especial virtud y poder. Pero en el caso de los demonios, debemos agregar: limitados en cuanto a sus condiciones naturales por el hecho de su sublevación frente al orden sobrenatural. Este aspecto es muy importante, porque significa que el demonio es un ángel que mantiene sus características, dado que el pecado no lo privó de su propia esencia, aunque sí lo desvió de su perfección. O sea, la enseñanza de la teología dice que el demonio mantendrá las condiciones propias de un ángel, pero limitadas, o bien ofuscadas por el terrible odio que siente frente al orden sobrenatural. El odio que lo mueve obscurece muchas veces el conocimiento que en su calidad de ángel deberieratener de la naturaleza de los seres.

Los demonios no son el «mal», opuesto al bien

Reitero nuevamente la misma idea: es erróneo afirmar que los demonios son substancias eternas, no creadas. Esta es una afirmación que se ha reiterado en los distintos movimientos gnósticos y fue expresada en forma violenta a lo largo de la historia de la Iglesia.
Los demonios no son el mal, opuesto al bien infinito. Tampoco son las almas de los seres humanos de extrema malicia, como sostuvo Orígenes, doctrina ésta condenada en forma expresa en el Concilio de Constantinopla. No se identifica el demonio con las almas de los condenados, así como tampoco se identifican las almas de los justos con los ángeles confirmados a la gracia.Julio Philippi Izquierdo: “Angeles y Demonios”


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